LA BANILEJA DIGITAL

PERSONAJES PINTORESCOS DE BANI

ESTAMPAS BANILEJAS.

Una Morocota de Carne y Huesos .
Su boca desdentada mostraba una sonrisa limpia y cariñosa

miércoles 26 de enero de 2011

Morocota
Morocota . .
(Tras abandonar por un tiempo los trabajos con que nos introducimos en  relativos a nuestros personajes populares, regreso de la mano de uno escrito por nuestro querido compadre Alfredo Cabrera, El Chejí, sobre la tan recordada Morocota que veiamos andar por nuestras calles en tiempos que a algunos parecen lejos y a otros no tan distantes. Fue publicado originalmente en El Serie 3 en aquellos inolvidables años '80. Que lo disfruten. Miguel Guerrero)





Desde principio del siglo XVIII hasta finales del XIX en diversos países circulaban monedas de oro llamadas doblones que aquí eran conocidas con el nombre de Morocotas.



Todos sabemos que las morocotas son esas monedas de oro altamente codiciadas que de vez en cuando son obtenidas en algún hallazgo.



En Baní se han dado mucho de esos casos. El último y más sonado fue el que se atribuyó a un tractorista que trabajaba en la empresa Agromán, encargada de la ampliación del canal Marcos A. Cabral.



Aquí contamos con una de carne y hueso. Su nombre es Amantina de Regla Martínez, conocida popularmente como Morocota.



Nos habíamos enterado que podíamos encontrarla a eso de las seis de la tarde en la sastrería La Moderna, ubicada en la calle Duarte casi esquina Máximo Gómez donde ella realiza trabajos de limpieza.



Estaba afectada por una cojera y con dificultades auditivas. Al observarla no podíamos distinguir si se trataba de una adolescente golpeada por la vida o una persona agobiada por el paso de los años.



Su boca desdentada mostraba una sonrisa limpia y cariñosa.



Sus palabras eran apenas entendibles por lo que tras averiguar donde residía acudí allí siendo recibido con entusiasmo por sus familiares los cuales querían hablar todos al mismo tiempo, pero finalmente dejaron la palabra a Daysi Ruiz, prima hermana y propietaria de la casa donde reside Morocota.



Nos explica que ella ‘’quedó huérfana desde pequeñita y que fue adoptada por mí Mamá’’. No tienen ni idea de la edad de Morocota pero si que nació un mes de noviembre por lo que le pusieron Amantina de Regla, en honor a nuestra patrona La Virgen de Regla.



Su apodo, nos cuentan, por todo lo que su familia tuvo que gastar tras esta nacer con serios quebrantos lo que contrasta con su vida posterior en que ‘’nunca se enfermó, ni siquiera de una gripe’’.



Morocota tiene dos hijos. Silvia de Regla, que reside en New York y Francisco Radhamés, quien quedó semi-invalido a consecuencia de un ataque de poliomielitis cuando contaba con seis añitos.



Francisco Radhames es el intérprete de Morocota. Ellos dos se entienden perfectamente mediante un lenguaje combinado de gestos, palabra y señas.



La higiene de Morocota es única. Cada vez que sale de la casa se baña. Además es muy ordenada, según nos cuentan.



LAS PELOTA DE TELA



Mientras me cuenta sobre su tarea de ir a limpiar en la sastrería, donde le dan uno que otro peso es cuando descubro casualmente la verdadera ocupación de Morocota.



Todo ese proceso, toda esa faena de ir a barrer a las sastrerías, amén de la ayudita que le dan, no es más que el medio para ella proveerse de la materia prima para su oficio principal: la elaboración de pelotas de tela para jugar béisbol.



Están hechas con tiras de diferentes colores apretadas fuertemente entre sí, cocidas con hilo de cáñamo.



Según me dice Daysi estas pelotas son muy solicitadas por todo el mundo; desde un simple limpiabotas a niños de clase pudiente.



Cuando paso al patio, el lugar donde Morocota pasa el tiempo haciendo sus pelotas, voy apuntando todo lo que veo allí: una caja gigante de cartón totalmente llena de tiras y al lado un banco rodeado de restos de hilo de cáñamo.



Me cuentan que tiene cuidadosamente guardada una navaja y una tijera que usa para cortar.



Morocota es de carácter tranquilo y al verla detenidamente se puede notar en su mirada que es feliz a su modo, extraordinariamente feliz.



Más tarde, tras dejar el lugar, voy caminando cuando unos niños que juegan en un patio anchísimo me gritan que por favor les tire la pelota, que ha ido a caer cerca de mis pies.



Los miro, les contesto con una sonrisa complaciente y me bajo para lanzarles su pelota y que continúen jugando, pero de pronto me detengo y me quedo mirando la pelota.



Es tremendamente similar a otra que había tenido en mis manos recientemente.



No hay la menor duda, son de la misma procedencia.



Los ojos se me nublan al comprender que esa pelota que es responsable de que esos niños jueguen en ese patio tan contentos, la hizo Morocota.



Y me pregunto cuál tendrá más valor, si la morocota que es una moneda de oro tan codiciada o esta de carne y hueso que es responsable de que esos niños que corretean por este patio estén sonriendo.